Javier Alvarado – LALT https://latinamericanliteraturetoday.org/es/ Latin American Literature Today Thu, 26 Sep 2024 17:45:59 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7 La sensorialidad del agua en el poemario El ser que va a morir de Coral Bracho https://latinamericanliteraturetoday.org/es/2024/09/la-sensorialidad-del-agua-en-el-poemario-el-ser-que-va-a-morir-de-coral-bracho/ https://latinamericanliteraturetoday.org/es/2024/09/la-sensorialidad-del-agua-en-el-poemario-el-ser-que-va-a-morir-de-coral-bracho/#respond Mon, 23 Sep 2024 08:02:41 +0000 https://latinamericanliteraturetoday.org/?p=36479 En el libro hay un despliegue −en distintos espacios que las vuelven visibles o perceptibles− de sensaciones que tienen que ver con el deseo y el placer.

Entrevista a Coral Bracho concedida a Jesús Ramón Ibarra

 

De agua suelen ser los múltiples viajes; las coronaciones y las bifurcaciones del lenguaje, el desdoblamiento, el choque de las capas tectónicas; el alzamiento sexual de las montañas, el fuego vítreo, el agua descomunal o el agua de estrechos hilos que circundan la tierra hasta formar las grandes masas por donde se inoculan y se multiplican las medusas, los blastos, las sensaciones, las pieles utópicas y distópicas, el maderamen, el mar que se agiganta o se reduce y que va fraguando su sempiterno pulimento. Travesía, tornaviaje.  Ese viaje a veces inusitado, a veces amorfo, es leer la gran poesía de Coral Bracho (México, 1951)  y recordando esa luminosa tarde en la extinta librería Argosy de Panamá cuando encontré una antología que para mí ha sido definitoria: Diez de ultramar: Joven poesía latinoamericana de Ramón Cote, que reúne  a poetas de diversas partes del continente: José Luis Rivas (México, 1950), Alberto Blanco (México, 1951), Raúl Zurita (Chile, 1951), Coral Bracho (México, 1951), Eduardo Milán (Uruguay, 1952), William Ospina (Colombia, 1954), María Auxiliadora Álvarez (Venezuela, 1954), Fabio Morábito (México, 1955), Yolanda Pantin (Venezuela, 1955) y Eduardo Chirinos (Perú, 1960).

La antología publicada por la editorial Visor en 1992 me permitió acercarme a grandes poéticas, las cuales se han reconocido con el paso del tiempo con publicaciones, reediciones, homenajes, estudios críticos y premios a trayectoria (Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada “Federico García Lorca”, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, entre otros). Tal es el caso de Coral Bracho, quien recientemente acaba de obtener el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances (México, 2023). El colombiano Ramón Cote, el antologador, tuvo un buen tino en la selección de los autores, cuyas obras se han ido consolidando.  De Coral Bracho nos dice: “Esta manera de restar importancia sin eludir, de tomar unas variantes, rige la obra de Coral Bracho, quien trastorna al lenguaje volatizando el significado de las palabras, o más bien, potenciando otro significado que no pertenece al reino de lo definible”.

Y es cierto, Coral Bracho trastoca el lenguaje, lo expande, lo minimiza como si se tratara de una talla en filigrana. Hace encajar las piezas, todo lo potencia y el resultado es una atmósfera que no se ajusta a una sola o reducida interpretación; las palabras desencadenan una semántica polimorfa y polifónica.

Prosigue Ramón Cote:

Existe en su manera de decir una fuerza caótica que se propone de alguna manera abarcar una totalidad que le permite remediar el aislamiento de los objetos.  Para esto, Coral Bracho no parte de un punto determinado ni requiere de la certeza para llegar a otro: el poema está abierto a la aventura.  Su poesía se ha encargado de convertir el aliento en una potencia que suplanta a la palabra, pues su interés no radica en definir un acontecimiento sino en mantener suspendida una sensación, en agotar todas las posibilidades de un pensamiento.

Leer a Coral Bracho es encontrarse con una serie de posibilidades en la interpretación.   El viaje con las palabras es inusitado; se abre, se cierra como un puño, ocurre como una floración o una presencia boscosa; sucede como el agua; su poesía es acompasada como el agua.

Otra referencia sobre Coral Bracho es su inserción estética en una corriente de lenguaje poético y la encontramos en Medusario, la mítica antología realizada por Roberto Echavarren, José Kozer y Jacobo Sefamí y que tomó como punto de partida a José Lezama Lima desde el neobarroco americano y que se sustenta también en postulados de Severo Sarduy y Néstor Perlongher, a quien se le dedica el proyecto.   

La antología Medusario es icónica en el ámbito de la literatura latinoamericana, ya que se amalgaman autores de diversas nacionalidades con poéticas sugerentes en donde predomina la polisemia a partir del lenguaje.  Sobre Coral Bracho, los autores aluden:

La poesía de Coral Bracho se articula a través de rizomas, tallos subterráneos que se bifurcan hacia múltiples direcciones y que, sin ningún orden progresivo, van acumulándose sin forma ni raíz.  Así, los poemas de Bracho están hechos de imágenes que no componen un todo; no concluyen (pueden terminar en coma, punto y coma, o simplemente carecen de puntuación), no configuran una idea completa.  Se trata de una poesía “acuática”, en el sentido más cabal; los versos buscan una idea que se vincula con los ríos, los arroyos, las cascadas, los mares.  El agua borra, reescribe y vuelve a borrar, en un eterno palimpsesto borrado por el tiempo.

Tal percepción sensorial se transcribe a los textos, se desencadena, se desempareja aparentemente y se vuelve a fusionar de una manera armoniosa, que puede ser inacabada o no estarlo. El elemento del agua es unificador. Coral Bracho hace una poesía del cardumen, de las ondas, de la altamar y la bajamar, de la vorágine. El lenguaje se articula para mostrar, describir y explotar emociones. Hay una sensualidad desbordante, sugerente, que se sustenta en las formas y en las mutaciones y que revela una riqueza textual efectiva. Coral Bracho recurre a lo sensorial y a lo extrasensorial.   

En el año de 1981, el emblemático Premio de Poesía de Aguascalientes de México recae en la poeta Coral Bracho por su libro El ser que va a morir.  ¿El ser que va a morir?  ¿Una sentencia, una alegoría?  He hablado con Coral Bracho algunas veces en las que nos hemos encontrado en su México natal por festivales de poesía. Sobre este libro en particular y en la sencillez que la caracteriza, se asoma el asombro ante lo que ese conjunto de poemas ha alcanzado y representado en su obra.  Conversamos en una antigua iglesia poblada de naranjos vivos, rebosantes de esferas doradas, jugosas, lezamianas. El ser que va a morir fue premiado por tres hombres que reconocían la esplendidez de una voz femenina, que despliega un ritual sexual del agua. Inicia con “En la humedad, la cifrada”:

Oigo tu cuerpo con la avidez abrevada y tranquila
de quien se impregna (de quien
emerge,
de quien se extiende saturado,
recorrido
de esperma) en la humedad
cifrada (suave oráculo, espeso; templo)

Inmediatamente, los sentidos se agudizan.  Las sensaciones pluralizan la intimidad del cuerpo y sus hablantes. Recurre a lo sacro, a lo pagano, a lo raizal y a lo emblemático y prosigue:

…Huelo
en tus vales profundos, expectantes, las brasas,
en tus selvas untuosas,
las vertientes. Oigo (tu semen táctil) los veneros, las fraguas,
(ábside fértil)  Toco
en tus ciénagas vivas, en tus bosques: los rastros
en su trama envolvente: los indicios
(Abro
a tus muslos ungidos, rezumantes; escanciados de luz)

Coral Bracho recurre a metáforas de contenido sensorial para hacer visible lo que es invisible.  Inventa una manera de decir y de nombrar desde lo fugaz. Nuevamente lo sacro, lo divino y lo pagano como en el poema “Poblaciones lejanas”:

Sus relieves candentes, sus pasajes, son un salmo
luctuoso y monocorde;

en sus espejos de crepuscular las aguas abren y encienden
cercos de aromas y caricias fluviales; en sus baños
Las risas,
Las paredes reverdecientes
−Sus templos beben del mar.

Es recurrente la utilización de lugares sacros para situar al lector en los diversos contextos amatorios del poemario: (templo) y (mezquita). Veamos el poema “En esta oscura mezquita tibia”:

Sé de tu cuerpo: los arrecifes,
las desbandadas,
la luz inquieta y deseable (en tus muslos candentes la lluvia incita),
de su oleaje:
sé de tus umbrales como dejarme al borde de esta holgada,
murmurante,
mezquita tibia, como urdirme (tu olor suavísimo, oscuro)
al calor de sus naves.

La mezquita se extiende entre el desierto y el mar.

En los patios:

el fulgor cadencioso (rumores agrios) de los naranjos;
el sopor de los musgos, los arrayanes.

Hay una consciencia concreta del cuerpo, desde la percepción sensual y lo literario.    Umbral del goce. Y nuevamente las alusiones a las masas de agua en el poema “El ámbito del placer”:

−Marcan de pronto, la puerta de cristal;
traban de ahí su estanque: Agua

para sitiar la certeza; agua para bordearla

Traza el umbral, el rombo, frente al estanque. Reaparece,
metiéndose en esa piedra, encendiendo las matas.

Hay frondosidades, bosques, lianas, jardines, exuberancia y lo ubérrimo de la tierra como grandes cantos, como fabulaciones. Hamlet Ayala nos dice al respecto:

Por otro lado, también es observable otra suerte de ciclo: la aproximación a los fenómenos y experiencias del cuerpo humano en un nivel biológico, más la potente impronta de un eros femenino presente sobre todo en los primeros libros, encuentra en las formas de vida y los espacios del mundo natural sus elementos de expresión; en delante, esa misma potencia continúa manifestándose desde lo germinal de la tierra y sus frutos, la vida silvestre y su misterio, ahora como campo de visiones; contemplación y tránsito.

Coral Bracho posee un verbo y una poesía contemplativas. Ha encontrado una veta en la lengua y ha hecho de esa misma veta un recurso del pensamiento, de la enunciación y de la musicalidad. Se desboca desde la ruptura hacia otras posibilidades.  Si bien todo ser que nace va a morir (como el resultado de una ecuación), antes de eso proceso se materializa el canto; se describen las ansias y los fundamentos de esa realidad, no sin antes persistir, desde el realismo y el surrealismo, en el toque de las pieles, de los boscajes, de las materias.  En esta poesía no sólo se mueve el hablante, actúa con otros interlocutores que desarticulan el vacío.  Es un agua erótica en la que circunda lo científico, la placenta, lo espiritual, lo preservado al alma y al cuerpo.  En el libro, lo sexual, es vida.  En una aparente calma, todo se desborda, se ramifica. Hay un poema que se ha vuelto una impronta dentro de la obra de Coral Bracho y es “Agua de bordes lúbricos”, donde el agua se nombra y describe de múltiples formas:

Agua de medusas,
agua láctea, sinuosa,
agua de bordes lúbricos; espesura vidriante −Delicuescencia
entre contornos deleitosos. Agua −agua suntuosa
de involución, de languidez

en densidades plácidas. Agua,
agua sedosa y plúmbea en opacidad, en peso −Mercurial;
      agua en vilo, agua lenta. El alga
acuática de los brillos −En las ubres del gozo…

El agua en el poema resplandece y se bifurca; nos habla con su aliento planetario, con su transmutación de arroyos, riachuelos, quebradas, lagos. Hay una multiplicación de los tonos, los silencios y las imágenes: una capacidad artística y creativa que, a la vez, nos hace entrar en un estado de observación y meditación.  El poema posee una sublimidad implícita en los goces y en los despertares de las sensaciones:


−sobre el silencio arqueante, sobre los istmos
del basalto; el alga, el hábito de su roce,
su deslizarse. Agua luz, agua pez; el aura, el ágata,
sus desbordes luminosos; Fuego rastreante el alce

huidizo −Entre la ceiba, entre el cardumen; llama
pulsante;
agua lince, agua sargo (El jaspe súbito). Lumbre
entre medusas.
−Orla abierta, labiada; aura de bordes lúbricos,
su lisura acunante, su eflorescerse al anidar; anfibia,
lábil −Agua, agua sedosa
en imantación; en ristre. Agua en vilo, agua lenta −El
      alumbrar lascivo

en lo vadeante oleoso,
sobre los vuelcos de basalto.

Coral Bracho indaga, sugiere en el sentido de la pertenencia del agua, de la vitalidad.  El ser que va a morir se inscribe en esa dinastía de libros consagratorios, imperecederos, exacerbantes en belleza.  Escrito desde una vitalidad y con un sello estilístico que la autora mostró desde sus primeros trabajos, alcanza una cúspide sensorial con lo amatorio. Nos deja ver desde este elemento vital las múltiples facetas para nombrar, para decir; para hacernos nautas o nadadores-lectores en la fluorescencia acuática y también telúrica, con su ambigüedad de voces:

Tu voz (en tu cuerpo los ríos encrespan
Un follaje de calma; aguas graves y cadenciosas).

−Desde esta puerta, los goces, sus umbrales;
desde este cerro, se transfiguran−

Y así ha continuado la obra de Coral Bracho, naciendo reverberante, trepidante, silenciosa, cadenciosa, con su sintaxis corpórea abriéndose paso por las capas geológicas; poeta del misterio angular del agua:

−Agua nutria, agua pez.  Agua

de medusas,
agua láctea, sinuosa; Agua,

 

 

Foto: Krysten Merriman, Unsplash.
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“Ofrenda de cebolla” y otros poemas https://latinamericanliteraturetoday.org/es/2024/06/ofrenda-de-cebolla-y-otros-poemas/ https://latinamericanliteraturetoday.org/es/2024/06/ofrenda-de-cebolla-y-otros-poemas/#respond Sun, 09 Jun 2024 19:03:56 +0000 https://latinamericanliteraturetoday.org/?p=35270 There is a romantic innocence in this longing, yes, but also an experience of someone who has lost, and is unwilling to settle for anything, anything but Panama, wherever it might be.
Ilya Kaminsky

 

Ofrenda de cebolla

 

Not a red rose or a satin heart.
I give you an onion.
It promises light
like the careful undressing of love.
Carol Ann Duffy, “Valentine”

 

No me des la rosa
No me des el páramo, las calles.
No me des el tintineo del árbol,
No me des el agua y su cofre de cristales.
No me des las espinas de lo bello,
Dame la cebolla
Esas que se cultivan en Coclé o en otras partes
Donde su piel es blanca,
Nívea como un pecho de lobezno adolescente
Parda como el plumaje de una tierrerita
Desdoblada sobre la hoja inmóvil.
No me des del labio acuoso
Ni el bosque petrificado que llevas dentro
Como una copa de vino desmadrada
Los dones terrenales y celestiales
Que la creación te fue otorgando
Con las espigas demolidas,
Mejor el cráter nocturno
La cereza pálida
El venado derretido que alza los cuernos
En los festines de la cama
Olorosos como la canela llevada en el desierto
El sexo en el pico del ave
Que va goteando el semen táctil
O la enjundia del misticismo en la semilla.
Prefiero huir de tus reinos
Y dejar el servicio puesto,
Los utensilios, la comida fría
Esa es la comunión de tu cuerpo al pelarte
Al quitar la piel y ser poseso del cuchillo
Y descubrir tu carne en gajos curvilíneos
Que se abren despaciosos como un milagro
O un pacto de Dios en los corderos.
No me des nada,
Solo sembrad una cebolla aquí en mi tierra
Que el tallo vaya creciendo hasta alcanzar
La desmesura del cielo y el juicio de todos los confines.
Yo te dejo una rosa,
Te dejo los vientos, los mares, las residencias
Todo lo palpado, oído, gustado, visto y olfateado.
No me des los dones, no me des el cuerpo.
No me des las estaciones
Ni el abrigo ni el paraguas.
Arrebátame todos los vegetales del mundo
Pero no me dejes en orfandad
Sin la cebolla.

 

Enterradero del Ciprián

En este enterradero todos tenemos epitafio
Una oscura canción que nos persigue desde el pasado
hasta el presente
Como una guirnalda de pobres vegetales,
Estos muertos que me habitan a veces, que tanto cargo
Que corrijo en sus posturas, en sus gestos, en sus hábitos,
Que corren detrás de mí como el niño tras el llanto
amargo del agua
Se van navegando junto a mi sangre
Como se va escapando el invierno en su fragata.
¿A dónde se fue quedando el ropaje de nuestros
primeros abuelos
Y el disfraz de loca y pordiosera de mi abuela
Con su legajo estival después de pasar por los chamuscados
Telares del viento, si eso dicen que la locura entra por el aire
A su viento, donde todos hemos de ir con el primer
himno o la campanada
Terrena de esta suerte, de ser huérfano en la luz,
En la territorialidad y en el polvo?
¿A dónde está ella y el cruel abuelo
Que fue dispersando sus hijos por la tierra
(Vitervo, Bredio, Janeth)
Como las cuentas prófugas de un collar
Que halamos con la rabia del tiempo, con esa sacudida
De los animales que vuelven del espasmo
Cuando la noche se posa sobre nosotros
Como un gigantesco amaranto o como un pulpo
Que se ha sacado partituras con el orgasmo pétreo de su
tinta?
Oh, mis primeros muertos que el chubasco del invierno
Me trae en desordenadas imágenes
Donde se contemplan el bestiario de las musas
Si no he podido contemplar la levadura de sus huesos
¿Dónde está su tumba, abuela inmemorial de maíz y greda
Marcaria Espinoza la que se fue sin ataúd
Sólo con la mortaja de llanto de sus hijos ausentes
En su humildad y en su locura?
Nosotros abandonaremos estos cuerpos, habitaremos
estas burbujas
Que el invierno escupe.
Habrá tumbas desde el cielo a la fragata,
Nos hospedaremos en tu casa y seremos todos tan reales
y desconocidos.
Éste es tu enterradero de El Ciprián, donde todos
tendremos epitafio.

 

Marcaria Espinoza

 

Y en su vientre nos reunimos en un llanto compacto
Eugenio Montejo
A Mamá

 

Todos colocados en la misma escena.
En las esquinas los nietos
Y a los lados los hijos de ella (amortajada como una novia).
Yo estoy en el fondo de su pecho
Naciendo de su cuello como un tumor
O como una prismática vena.
Los poetas nacemos de los torrentes más extraños.
Dicen que el olvido presionará el disparador.
De esta nueva Lumix saldremos todos: la familia que
nunca fuimos.
La que se quebró como un espejo y donde se diseminó
Como un rio de larvas, la memoria.
Aquí cada uno muestra su mejor sonrisa
Y otros su disimulada alegría, ocultando la más notable
decadencia.
Unos tras de otros iremos faltando.
Aquí posamos con su único retrato, el que desconocemos.
¿Quién trazó los caminos de la loca?
¿Quién determinó los partos en el aire
Donde cuajaron los átomos de su maternal locura?
¿A dónde ese abuelo perverso que le arrancó
Los llantos, el hambre y la risa opacada de sus hijos?
Ella revolotea por los cielos de Las Minas
Como una cascocha en reposo,
Como un vapor de cristal en el arco del sonido.
En todas las aguas ella los busca sin hallar
Todas las teorías que fenecen en los ojos.
¿A dónde vivió? ¿A dónde fue? ¿A dónde estuvo?
Caminaba con un palo y terciaba
Las figuras moldeadas por el polvo,
Andaba con un traje limpio y con unas trenzas largas
Tejidas por la nervadura de la noche.
El humo nunca entró en sus ojos
Y se le oía cantar desde los lejos.
Abuela: voy moldeándote en cada paso por estas tierras
Con un cordel de furia
Donde no tengo nariz ni ojos ni manos en la opacidad
para palparte
Para ser como el arroz que crece como una mano de
pilón que sorbe gritos
Una enjundia de los terneros que tiritan
Acurrucos que danzan en el espacio hasta dominar el frio.
Si te he de imaginar entre las sombras
Portando la mortaja del alba en manicomio
Trazando una fábula por ese Matías Hernández en
donde te oigo llorar
Como una niña atiborrada de muñecas
Donde hay asfixia y musgo, o campanas sordas
atragantadas por el limo
Por una jofaina seca que se revienta en la pubertad del foso
Son estaciones inversas las que encuentro
En tu fervor de remolino.
Te da mucho miedo el enfermero negro.
No soy un conejo para estar comiendo tantas hojas.
Yo no he de estar aquí, he de estar en una casita de barro
Con la comida caliente y la infancia de mis hijos,
Pobres pero radiantes y mordiendo los tubérculos de la
tierra.
Mírenme aquí paciente psiquiátrica
Con expediente desaparecido.
¿Quién puede descifrar o imaginar el dolor
Que se postra en el cerebro de los locos?
Aquí estuvo y se sentaba a llorarlos en los resfriados
Y febricitancias del día.
Nunca imaginó la barba de sus hijos ni las primeras
menstruaciones de mi madre.
La queremos imaginar como era
Alta y bella como la esfinge
O como una diosa del Olimpo o una flor del Espíritu
Santo con pollera.
Se fue deslizando en un quejido agrario.
Al Ciprián fue a dar y no sabemos
El secreto de su tumba.
Posemos todos. Ella está aquí.
Tiene el vientre abultado, muy abultado.
Hemos regresado a ella.
Hemos vuelto a su vientre
Con un llanto compacto.

 

Hay una aldea hecha con los poemas de Ledo Ivo

 

Ledo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las
antologías con cara de loco.
Juna Carlos Mestre

 

Ya los cangrejos caminan sobre Ledo Ivo
Sobre las casas y los sueños
O los promontorios en la tierra de Maceió,
Ya se volvió mar bajo los barcos
Y desató sus palabras como gaviotas en el muelle
Silbando esta vez ese acorde funéreo para
las carnes de Hermengarda
Para esa ebriedad que traspasa las boquitas de los
murciélagos y las colillas de cigarro
En la caverna más oscura donde tintinean las almas
como oseznos,
Donde se mancha la oscuridad con esa iridiscencia de tus
constelaciones
Increpando la resurrección del gallo,
La leche estelar de las espuelas
Y el plumaje irredento corajeando entre los patios y
entre las casas marinas
Donde los niños se sientan en el lomo del caracol
Y las niñas fijan su belleza a las estrías teologales de las
conchas.
Esta es tu aldea donde un niño llamado Ledo empezó a
escribir sus poemas en la arena
En los pétalos de la caña y en los trapiches donde el
pueblo suda
El jugo inmemorial de la caña
El jugo equinoccial de la caña
El jugo demencial de la caña
El jugo sexual de la caña
Junto al aroma infinito del cacao, junto a las flores del
cacao, junto a las semillas del cacao,
Donde
Clareas esta vez sobre las piedras, sobre el testamento de
una negra bailando samba
Silba que te silba el vals funéreo
Para las carnes de Hermengarda
Y eres tú caminando mulatamente sobre las nucas
vacilantes de los cangrejos
Sobre una iracunda hoguera de agua, sobre los pilotes
azarados
Por la espuma reinante,
Abriéndose tu palabra como un lecho de hojas,
Como una almohada de árboles sobre esos sueños gualdos
Que van a la memoria del camino y terminan en los pies
De los infantes y se ponen a correr
Y rechinan como abejas o mariposas al cuidado de la
nieve profunda,
De la nieve inventada y del sol que ordeña los milagros
de las cabras
Donde hay brujas y mujeres explicando la redondez de
la tierra
Con rituales dibujados en las esferas monacales del coco
Y muchachas extrayéndose del corazón cardúmenes de
peces.
Ya los cangrejos caminan sobre Ledo Ivo en la tierra de
Maceió.
Allá en el Brasil hay una aldea
Donde aprendió a escribir poesía
Un niño antologado con cara de loco,
Separando las patrias de las lenguas,
Emigrante e inmigrante de la lengua portuguesa
Haciéndola tierra,
Haciéndola jugo de caña
Haciéndola cacao,
Haciéndola cangrejo sobre las playas de Maceió.
Allá en Brasil hay una aldea hecha de los poemas de
Ledo Ivo.

 

Dora Diamant

 

Sólo quien conoce a Dora sabe lo que es el amor
Robert Klosptock

 

Todo había sido postergado —desde esa huida y ese
largo peregrinar—
Hasta la prisión junto a su hija en la isla de Man, por ser
una “extranjera enemiga”
Y por hacer extrañas coaliciones con el fuego. También
se alió con el mar,
Alguna vez en un balneario conoció a un escritor.
Franz Kafka la había visto a través de otros ojos
Su miedo a sujetarse una y otra vez el bañador
—la playa—estaba llena
De lugareños y turistas y había quedado en esa búsqueda
De la frase legendaria o los últimos párrafos
Para acabar la obra,
Siempre lúgubre
Siempre insatisfecho,
Ante su máquina de escribir y ante los amores inconclusos
Que alguna vez poblaron las islas de Dios
En la deriva de las páginas.
Ciertamente la encontró en la “innoble tarea” al
descamar pescados,
“Unas manos tan tiernas para tan cruel oficio”
Y ambos rieron y partieron a caminar al atardecer.
Esta Dora Diamant contaba que había otro padre
Dentro del padre de Kafka
Que se asilaba tras su mesa de negociante
A escuchar de mala gana, la prosa de aquel hijo
 Y aun así su crítica
Le hacía respirar ampliamente en los piélagos de la
mañana helada
Y aunque no hablara nada con su madre
Aún seguía esperando a los señores de negro
Alquilados para siempre en la rutina
De la cocina o el living
O en el aletear de los murciélagos en el desván.
Ya no queda un trabajo ni un jefe
Solo cuidar de la tos y las crisis, aquel el último amor de
Kafka
La actriz desde los escenarios de Moscú, en las salas de
Alemania;
Ahora en este invierno, desde el aguaviento de cualquier
lugar
Hasta esta tumba
En la United Sinagogue Cemetery de Marlowe Road, en
East Ham,
Cuando nos apoderamos de la calina
“Sólo quien conoce a Dora sabe lo que es el amor”
Lo escribió Robert Klopstock
Cuando nos asaltan las fiebres de Inglaterra
Fumando cigarrillos de contrabando;
Cuando nada queda eximido para apoderarse de los días
En que un cirio se apodera de las catedrales
Y todo se inflama como en la memoria de los cuervos,
Esos chirridos que corresponden al vecindario y la
belleza
De retener la palabra lejanía en un mantel
Puesto para el ofertorio de la tarde, así acabando
Con el silencio del silbato y la marmaja
Ahora que estoy aquí correspondiendo con una rosa
Al cuerpo, este último testimonio que se puede amar
Ante la negativa de los padres
Volviendo una y otra vez hasta el cementerio de Praga
Donde descansan los judíos muertos en la guerra,
De algún cansancio espectral, de una batida en el
holocausto
O de pulmones agotados por la tisis,
Esa expectoración cacofónica
Que persigue a Dora Diamant,
Gozando de cada día junto a él más que su obra
Y terminar en aquel acertijo de Kafka,
Cuando lo vio toser
Por última vez.

 

 

Foto: Rosie Kerr, Unsplash.
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